Demasiado pronto IV - Final
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Encendió un cigarrillo, lo apoyo en el alfeizar, vio al cuervo que lo arrancó de la cama posado en la raquítica rama de uno de los árboles de la acera, lo miró a los ojos… Y se vio a sí mismo reflejado en aquellas bóvedas negras, frías, calculadoras, sin fondo, sin alma, como él, sin vida.
Sonó el teléfono, siempre esperaba cinco tonos y a mitad del sexto descolgaba… Pero tras el quinto tono el silencio volvió a invadir el apartamento. No quedaba nadie en su vida que tuviera algo importante que decirle, que aportarle, nadie que se acordara de él, de su nombre… No tenía nombre, lo perdió el día que renunció a vivir, que renunció a ser fiel a sí mismo, que se conformó con el camino fácil, el camino impuesto, el camino marcado; ya no recordaba ese día, hacía mucho del principio del final, un final demasiado largo, demasiado árido, escogido demasiado pronto.
Apagó el cigarrillo, fue al baño y se miro al espejo, la luz del fluorescente recién encendido aun parpadeaba cuando su imagen se le antojó en blanco y negro, sin vida, negra, como el ojo de un cuervo. Se afeitó la barba de tres días, los fines de semana no se afeitaba, no había que ir a la oficina, no había porque estar presentable para nadie más que para si mismo, pero aquel no era un domingo cualquiera. Se cortó el labio con la cuchilla, hacía años que no se cortaba, la rutina no se lo permitía, se confabulaba contra él para que cada mañana fuera un clon de la anterior, sin cortes, sin retrasos, sin manchas, sin imperfecciones; la sangre brotó… Roja… Intensa… Dando color al ojo del cuervo, recordándole que hubo otro tiempo en el que pudo sangrar, sentir dolor, sentir, sin que le sorprendiera. Se peinó cuidando que ninguna cana desarmonizara con el resto.
Volvió al dormitorio, cogió una funda que colgaba del perchero y sacó el traje que contenía, lo había recogido de la tintorería dos días antes a la vuelta de unas compras, estaba perfecto; sacó una camisa nueva de una bolsa a los pies de la cama y se la puso junto con el traje.
Aunque hacía frío y era un traje de verano, él aun tenía calor, desde que se despertó no había dejado de tenerlo, sudaba, se sofocaba.
Fue al salón, sobre la mesa un cenicero atestado de colillas, el periódico del día anterior manchado de café y un vaso con un dedo de whisky que hizo desaparecer por su garganta para espabilarse; abrió el cajón de abajo de la única cajonera de la casa y sacó una bolsa.
Se detuvo un momento a mirar la bolsa sin ver nada, sentía que el contenido le palpitaba entre mas manos, sentía que la vida volvía poco a poco a la yema de sus dedos, esa vida olvidada, esa vida que se arrebató a sí mismo, esa vida que le arrebató a Sarah… Sarah… aun retumbaban en su cabeza aquellas palabras del café… abrió la bolsa y metió la mano en ella… en su memoria se mezclaban fotogramas del día anterior con el sueño, con Sarah… sacó la soga que compró el mismo día que la camisa que acababa de estrenar… recordó que la noche anterior alguien llamó a la puerta… le costó abrir… estaba borracho, como cada noche… era Sarah, venía a devolverle unas cosas que hacía más de un mes que guardaba... hizo pasar la soga sobre la viga de madera que atravesaba el techo del apartamento... hacia más de un mes que no estaban juntos… al verlo en ese estado entró en el apartamento a prepararle un café cargado mientras él esperaba recostado en el sofá… aseguró la cuerda a sí misma… recordaba como ella dejó el café sobre la mesa… acercó una de las sillas donde tan pocas veces se había sentado para comer en casa y se puso de pie sobre ella… su memoria estaba borrosa desde aquel momento, todo era gritos y dolor, las palabras de Sarah en el café aun retumbaban en su cabeza… el nudo estaba preparado, lo ajustó alrededor del cuello… “Estoy muerta”… la silla vaciló un momento hasta que consiguió volcarla… la basura empezaba a oler...
Fin.
...
Y de postre...
Encendió un cigarrillo, lo apoyo en el alfeizar, vio al cuervo que lo arrancó de la cama posado en la raquítica rama de uno de los árboles de la acera, lo miró a los ojos… Y se vio a sí mismo reflejado en aquellas bóvedas negras, frías, calculadoras, sin fondo, sin alma, como él, sin vida.
Sonó el teléfono, siempre esperaba cinco tonos y a mitad del sexto descolgaba… Pero tras el quinto tono el silencio volvió a invadir el apartamento. No quedaba nadie en su vida que tuviera algo importante que decirle, que aportarle, nadie que se acordara de él, de su nombre… No tenía nombre, lo perdió el día que renunció a vivir, que renunció a ser fiel a sí mismo, que se conformó con el camino fácil, el camino impuesto, el camino marcado; ya no recordaba ese día, hacía mucho del principio del final, un final demasiado largo, demasiado árido, escogido demasiado pronto.
Apagó el cigarrillo, fue al baño y se miro al espejo, la luz del fluorescente recién encendido aun parpadeaba cuando su imagen se le antojó en blanco y negro, sin vida, negra, como el ojo de un cuervo. Se afeitó la barba de tres días, los fines de semana no se afeitaba, no había que ir a la oficina, no había porque estar presentable para nadie más que para si mismo, pero aquel no era un domingo cualquiera. Se cortó el labio con la cuchilla, hacía años que no se cortaba, la rutina no se lo permitía, se confabulaba contra él para que cada mañana fuera un clon de la anterior, sin cortes, sin retrasos, sin manchas, sin imperfecciones; la sangre brotó… Roja… Intensa… Dando color al ojo del cuervo, recordándole que hubo otro tiempo en el que pudo sangrar, sentir dolor, sentir, sin que le sorprendiera. Se peinó cuidando que ninguna cana desarmonizara con el resto.
Volvió al dormitorio, cogió una funda que colgaba del perchero y sacó el traje que contenía, lo había recogido de la tintorería dos días antes a la vuelta de unas compras, estaba perfecto; sacó una camisa nueva de una bolsa a los pies de la cama y se la puso junto con el traje.
Aunque hacía frío y era un traje de verano, él aun tenía calor, desde que se despertó no había dejado de tenerlo, sudaba, se sofocaba.
Fue al salón, sobre la mesa un cenicero atestado de colillas, el periódico del día anterior manchado de café y un vaso con un dedo de whisky que hizo desaparecer por su garganta para espabilarse; abrió el cajón de abajo de la única cajonera de la casa y sacó una bolsa.
Se detuvo un momento a mirar la bolsa sin ver nada, sentía que el contenido le palpitaba entre mas manos, sentía que la vida volvía poco a poco a la yema de sus dedos, esa vida olvidada, esa vida que se arrebató a sí mismo, esa vida que le arrebató a Sarah… Sarah… aun retumbaban en su cabeza aquellas palabras del café… abrió la bolsa y metió la mano en ella… en su memoria se mezclaban fotogramas del día anterior con el sueño, con Sarah… sacó la soga que compró el mismo día que la camisa que acababa de estrenar… recordó que la noche anterior alguien llamó a la puerta… le costó abrir… estaba borracho, como cada noche… era Sarah, venía a devolverle unas cosas que hacía más de un mes que guardaba... hizo pasar la soga sobre la viga de madera que atravesaba el techo del apartamento... hacia más de un mes que no estaban juntos… al verlo en ese estado entró en el apartamento a prepararle un café cargado mientras él esperaba recostado en el sofá… aseguró la cuerda a sí misma… recordaba como ella dejó el café sobre la mesa… acercó una de las sillas donde tan pocas veces se había sentado para comer en casa y se puso de pie sobre ella… su memoria estaba borrosa desde aquel momento, todo era gritos y dolor, las palabras de Sarah en el café aun retumbaban en su cabeza… el nudo estaba preparado, lo ajustó alrededor del cuello… “Estoy muerta”… la silla vaciló un momento hasta que consiguió volcarla… la basura empezaba a oler...
Fin.
...
Y de postre...
Etiquetas: Contando
4 Sinceros:
Por fin me echa cuenta YouTube.
Te ha gustado India?, way!
Antonio Vega??
¿Qué ocurre que me plagias gustos musicales!!!
:(
"La basura empezaba a oler"... ¿Puedo decirle que me ha encantado?
Jajaja, yo no te los plagio Male, es un enanito naranja que se sienta en tu mesita de noche mientras duermes a escuchar las canciones que cantas en sueños, al amanecer se pasa por YouTube y busca alguna de ellas, aunque casi nunca encuentra la que quiere, luego se pasa por mi cama y me la canta al oido cuando estoy despertandome, por eso me levanto todos los días cantando, el otro día lo descubrí.
Sergi, ¿Puedo decir que es un honor?
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