Demasiado pronto II
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Aun tenía un poco de resaca, sobre la mesa del salón un cenicero atestado de colillas, el periódico del día anterior manchado de café y un vaso con un dedo de whisky que hizo desaparecer por su garganta para espabilarse. No había nada que comer, el frigorífico estaba estropeado y la despensa apenas contenía unas latas de conserva; hacía más de un mes que sobrevivía a base de tabaco, whisky y los menús del chino que había en la esquina… la basura empezaba a oler.
Se puso la camisa y los pantalones del día anterior, olían a tabaco, cogió las llaves y salió sin echarlas. Tras el portazo, el silencio que reinaba en el oscuro pasillo que conducía a la escalera fue corrompido por el llanto de un niño en algún apartamento cercano, al compás de los azotes y consecuentes gritos del supuesto padre… Un mueble fue arrastrado, la madre gritó, el padre golpeó de nuevo, esta vez a ella, y salió como una exhalación del apartamento dejando la puerta entreabierta, en su galopar hacía la escalera se encontraron mirándose a los ojos, un segundo, advirtió un sentimiento de auto-repulsión que le recordó a alguien… A sí mismo; contempló la imagen que quedaba dentro de apartamento, la madre tirada en el suelo bocabajo sangraba por la nariz, sollozaba, mientras su hijo se abrazaba a ella por detrás interponiéndola entre él y el señor que corría escaleras abajo, ya no lloraba, su cara solo albergaba odio.
Salió del edificio y caminó calle abajo en dirección al metro. Los domingos el mundo iba a cámara lenta, los árboles, los toldos, la gente, los perros… Él, todo se movía más despacio que el resto de los días; la ciudad estaba casi desierta y el cielo nublado, gris, era un día perfecto para el juicio final.
Bajó las escaleras de la boca de metro y esperó en el andén, "próximo tren en 5 minuto" decía el luminoso, la "s" no funcionaba. Sintió una presencia a su espalda... Se giró y descubrió a un mendigo disponiéndose a instalarse en el banco que tenía detrás; un banco de piedra, de fría piedra, de dura piedra; pensó él, y se conmovió un momento, el tiempo de mirar a los ojos al mendigo y leer su mirada, esa mirada rezumaba paz, plenitud, ausencia del cruel mundo que lo golpeaba… Se recostó, sacó un cartón del bolso de cuero gastado que llevaba y lo colocó delante de él a modo de cartel, "no pido su dinero ni su caridad, solo pido que me dejen dormir tranquilo"; en ese momento lo entendió, era la mirada de alguien que había vivido, que había cumplido consigo mismo, que no tenía cuentas pendientes, que no pedía para morir sin deber nada, en paz; y el sentimiento de auto-repulsión volvió a aflorar… De pequeño su sueño siempre fue ser detective privado, como los de las películas en blanco y negro que tantas veces veía con su padre, atrapar a los malos, quedarse con la guapa, ser un héroe… Pero fue su padre el que le obligo a estudiar una carrera, a hacerse contable, a labrar un futuro decente sin fantasías de niños, fue su padre… Y su primer verdugo.
Asomaban las luces del tren por el túnel...
...
La segunda parte de la historia, y de postre, sonido con sabor andaluz...
Aun tenía un poco de resaca, sobre la mesa del salón un cenicero atestado de colillas, el periódico del día anterior manchado de café y un vaso con un dedo de whisky que hizo desaparecer por su garganta para espabilarse. No había nada que comer, el frigorífico estaba estropeado y la despensa apenas contenía unas latas de conserva; hacía más de un mes que sobrevivía a base de tabaco, whisky y los menús del chino que había en la esquina… la basura empezaba a oler.
Se puso la camisa y los pantalones del día anterior, olían a tabaco, cogió las llaves y salió sin echarlas. Tras el portazo, el silencio que reinaba en el oscuro pasillo que conducía a la escalera fue corrompido por el llanto de un niño en algún apartamento cercano, al compás de los azotes y consecuentes gritos del supuesto padre… Un mueble fue arrastrado, la madre gritó, el padre golpeó de nuevo, esta vez a ella, y salió como una exhalación del apartamento dejando la puerta entreabierta, en su galopar hacía la escalera se encontraron mirándose a los ojos, un segundo, advirtió un sentimiento de auto-repulsión que le recordó a alguien… A sí mismo; contempló la imagen que quedaba dentro de apartamento, la madre tirada en el suelo bocabajo sangraba por la nariz, sollozaba, mientras su hijo se abrazaba a ella por detrás interponiéndola entre él y el señor que corría escaleras abajo, ya no lloraba, su cara solo albergaba odio.
Salió del edificio y caminó calle abajo en dirección al metro. Los domingos el mundo iba a cámara lenta, los árboles, los toldos, la gente, los perros… Él, todo se movía más despacio que el resto de los días; la ciudad estaba casi desierta y el cielo nublado, gris, era un día perfecto para el juicio final.
Bajó las escaleras de la boca de metro y esperó en el andén, "próximo tren en 5 minuto" decía el luminoso, la "s" no funcionaba. Sintió una presencia a su espalda... Se giró y descubrió a un mendigo disponiéndose a instalarse en el banco que tenía detrás; un banco de piedra, de fría piedra, de dura piedra; pensó él, y se conmovió un momento, el tiempo de mirar a los ojos al mendigo y leer su mirada, esa mirada rezumaba paz, plenitud, ausencia del cruel mundo que lo golpeaba… Se recostó, sacó un cartón del bolso de cuero gastado que llevaba y lo colocó delante de él a modo de cartel, "no pido su dinero ni su caridad, solo pido que me dejen dormir tranquilo"; en ese momento lo entendió, era la mirada de alguien que había vivido, que había cumplido consigo mismo, que no tenía cuentas pendientes, que no pedía para morir sin deber nada, en paz; y el sentimiento de auto-repulsión volvió a aflorar… De pequeño su sueño siempre fue ser detective privado, como los de las películas en blanco y negro que tantas veces veía con su padre, atrapar a los malos, quedarse con la guapa, ser un héroe… Pero fue su padre el que le obligo a estudiar una carrera, a hacerse contable, a labrar un futuro decente sin fantasías de niños, fue su padre… Y su primer verdugo.
Asomaban las luces del tren por el túnel...
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La segunda parte de la historia, y de postre, sonido con sabor andaluz...
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6 Sinceros:
Que me gusta que te gusten las cosas que cuelgo.
Ya sabes lo que me va, sucio, oscuro y maloliente, jajajaja.
Muy gráfico el relato. El mendigo muy digno, y el padre muy ciego. Una pena. Me ha enganchado, saludos!
Me encantan estos detectives, aunque no lo sean. O aunque no sepan que lo son.
Saludossónicos!!
Esas barbas, esas gabardinas grises hasta los tobillos...
me pegastes lo del bicho tu a mi yo a ti??o te gustaban antes...
O fue de la web de ka!
Estoy echa un lío, pero yo los descubrí por aquí cerca fijo..
tienes buen gusto musical!
Pos no se Male, yo no fui, es la primera vez que cuelgo algo de "El Bicho", me gusta desde su primer disco el rollito que tienen.
Veo que tu tampoco tienes malos gustos musicales.
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