Hace calor, tengo calor, en la atmósfera asfixiante que separa una gota de sudor que corre por mi frente del poro del que emanó se esconden todas las chorradas que se me ocurre escribir a diario, que escribo a diario, que leo a diario y me parecen buenas, que borro a diario un rato después por darme cuenta de que son una mierda.

Detrás de los ojos tengo un cuchillo que se dedica a trinchar todo lo que entra por ellos, a destrozarlo, a despreciarlo, a reducirlo a nada. En la hoja queda gravada a fuego una palabra, “Relatividad”. Lo empuña un señor vestido de domingo con cara de payaso y guantes de hilo sin dedos; se ríe mientras descuartiza, mientras quita la forma a las cosas que deberían importarme, mientras quita sentido a la palabra “importante”.
Tiene cicatrices en la cara que el maquillaje no ha podido disimular, son tajos de su propia hoja, tajos de otros tiempos, cuando aun era un novato que apenas sabía ponerse la nariz de goma y disimular una enorme sonrisa pintada de rojo. Ha aprendido a no cortarse, es un maestro del despiece, incluso a veces, cuando se da cuenta de que alguien lo mira, hace malabares con tres patas de conejo que guarda en el bolsillo interior de su chaqueta. Y no lo hace por divertir, tampoco por entretener, él no es feliz haciendo reír; lo hace por distraer, mientras, con su tercera mano, la de saludar a la gente, clava el puñal por la espalda y esboza una sonrisa sincera; solo entonces es feliz, cuando le quita importancia a quien se siente especial, cuanto lo tiene a sus pies desangrándose, pidiendo clemencia, solo entonces es feliz, solo entonces puede reír a gusto mientras lo desmiembra hasta no quedar nada, hasta el momento de volver a sentirse vacío, el de volver a la acera de la gente ingenua a representar su función en busca de nuevas víctimas.
Etiquetas: Componiendo