sábado, diciembre 30, 2006

Seis y dieciocho de la mañana

Seis y dieciocho de la mañana, llegué hace catorce minutos a mi casa, miento, no llegué yo, me trajeron, entre varios claro, me agarraban de las extremidades. De la mano derecha me traían las ganas que tenía de escribir esto, bueno, no esto en concreto, si no cualquier tontería que se me ocurriera. De la pierna izquierda, con la que me levantaré mañana, me traían las copas de más, esas que fomentan ganas de mirar mientras nublan la capacidad de ver. Del brazo izquierdo me traían cuatro medias naranjas, esas con las que nunca encaje a ser algo entero. Y por último, de la pierna derecha arrastraba el enano que guardo debajo de la almohada, ese que tengo que burlar cada mañana para despegarme de las sabanas. Pero nada arrastra mi cabeza, ella es libre.

Seis y treinta y seis de la mañana, llegué hace treinta y dos minutos a mi casa, y me estoy quedando dormido, el enano no para de tirar de los parpados y de tirarme de la boca para que bostece, “mañana terminarás el post”, dice; y aunque se que mañana cuando me levante y lea esto pensaré que es una mierda, aun así, ahora mismo no me atrevo a borrarlo.

Dos y cincuenta y ocho del mediodía, acabo de encender el ordenador, acabo de encontrarme esto, no lo recordaba; veo que aun bebido conservo algo de lucidez, ya que ya ayer sabía que lo que estaba escribiendo era una mierda. No obstante, como me la suda y tengo ganas de actualizar, aquí lo suelto con una frase que salio sola.


“Los días que me quisiste no son días,
son noches,
son demasiados derroches para tanta afonía,
para tanto reproche de balde carente de teoría que lo respalde.”

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domingo, diciembre 24, 2006

Alternavidad

Había cogido algunos kilos a lo largo del año, consecuencia de una vida demasiado sedentaria, así que tuvo que utilizar un agujero nuevo del cinturón, el último antes de tener que encargar uno más grande o acudir a una clínica.

El médico le había dicho un par de veces ya que debía hacerse un liposucción y un recorte estomacal si no quería tener problemas para moverse en los años venideros, y sobre todo, que debía cambiar la dieta, ya que la actual no solo se limitaba a palos de caramelo y piruletas; desde hacía unos años, en la temporada más caluros, cuando el caramelo no aguanta sólido, se había aficionado a la comida rápida, hamburguesas tamaño XXXLL de cuatro pisos y dos cuartos de baño con doble de salsa extra mega deluxante, pizzas precocinadas vueltas a cocinar, patatas fritas-huecas prefritas, precongeladas, y vueltas a prefreir, etc… consecuencias de la soltería y la pereza. Por herencia genética era resistente a la diabetes, y no se le picaban los dientes con el azúcar de los caramelos; pero su robusto cuerpo no estaba preparado para tener el colesterol por las nubes, ni para otros problemas que conllevan ese tipo de sucedáneos alimenticios, y claro, su salud lo acusaba. El año anterior terminó el trabajo por los pelos, justo cuando empezaba a salir el sol, ya pesaba demasiado para que los renos tiraran de él junto con el trineo y los bolsones de regalos; incluso algunos niños pudieron verlo, había perdido mucha agilidad y le costaba esconderse, además de necesitar sitios más grandes donde hacerlo, en una ocasión tuvo que utilizar la caseta del perro para que no lo pillara un niño de 22 años que llegaba de celebrar la Navidad como una cuba.

Este año se había prometido acabar el trabajo a tiempo, así que preparo un par de renos más para tirar del trineo, los llamó Whopper y McNugget, y se dispuso a salir antes, a media tarde, a repartir. Se calzó las botas y el gorro, y se atusó un poco la barba; salió de la casa y se dirigió al cobertizo donde guardaba el trineo. La puerta estaba atrancada, pasaba cuando se llevaba mucho tiempo sin abrirla, tuvo que hacer un esfuerzo. Un pinchazo le sobrevino en el brazo, un dolor muy agudo e intenso; cayó al suelo y no volvió a levantarse.

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domingo, diciembre 17, 2006

Mirada distraida

Un tarde de esta semana andaba estudiando en la biblioteca, o al menos lo intentaba, pero me bailaban las letras, se movían, no podía controlarlas, revoloteaban por el papel sin control aparente, aparente tan solo, porque tras dos segundos y medio de coreografía se ordenaron ellas solitas dibujando una figura, era una flecha, solo tenía que seguirla. En el momento que mi mirada abandonó el papel, en la dirección indicada, y volvio a las tres dimensiones...

La distracción de esa mirada que gastas,
consabida, trae vida a este yugo afilado,
sentidos secuestrados por esa imagen casta,
estudiada, detenida en mis nervios dilatados.

Maldita reina del deseo, enemiga de morfeo,
me cambias los sueños por desvelos,
custodias los celos jugando con tu pelo,
te ries desde el cielo mientras yo flaqueo.

Miserables razones para demasiadas desazones
que calzar entre mis talones de aquiles,
no hace falta que hables, ya lo hacen tus tacones.

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Aquí un montaje de la señorita Malevolia donde aparece ella y un servidor, ha sido una revelación comprobar lo que hace una cara bonita, Male, y un buen tema, por un video, parece hasta un videoclip. Y por aquí dejo los enlaces a los textos del video, el de Él, y el de Ella, y de camino veis el blog antiguo.

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domingo, diciembre 10, 2006

Sinceramente

Sinceramente, nunca fue mi intención parecer simpático, ni tan siquiera gracioso, nunca busqué ser tu amigo, eso llega solo, no hay que forzarlo, si tenemos intereses comunes y no nos aburrimos mutuamente cuando actuamos con naturalidad todo irá sobre ruedas. No me interesan los peluches que hay sobre tu cama, no me interesan las películas romanticonas si no logro diferenciarlas de las que estrenaron un mes antes, no me interesa la música enlatada y lista para consumir, ni los abrevaderos de comida clónica; no se quién es la furcia que denunció al cuñado del panadero de la última expulsada de la isla de las famosas de sostén fácil; nunca compré politonos para personalizar mi teléfono móvil del cretácico inferior, creo que "personalizar" en exceso aparatos inanimados es directamente proporcional despersonalizarse; tampoco acostumbro a desestresarme pasándome un día entero en tiendas de ropa llenas de gente estresada; confieso que me gusta ver películas a oscuras y en compañía, tirados en el sofá, tapados con una manta y con cualquier antojo a mano, la única condición es que la compañía no tenga un régimen superior a cuatro preguntas sobre el argumento, por minuto, porque no pille nada; no tengo problemas por pagar la cuenta siempre que tenga dinero, si no lo tengo probablemente no quede, mientras que la otra persona no se pase la mitad de la cena con un móvil-polvera en la mano retocándose y la otra mitad acordándose de la familia de la mujer que hay sentada dos mesas a la derecha porque lleva el mismo vestido de “tienda estresada” que ella; por cierto, prefiero unos vaqueros y una camiseta, no es que no me gusten los vestidos, me encantan, pero no para ir a comprar el pan por la mañana.

Lo siento si pensaste que nos podríamos ver a menudo, yo solo pretendí parecerte atractivo, intentar que quisieras pasar un buen rato conmigo, y quedarnos con el recuerdo del dulce rastro de besos impertinentes, de manos mojadas en cuerpos derramados, sabiendo ambos que la menor reincidencia aboliría el encanto; cualquier otra interpretación de mis actos fue un mal entendido, pura coincidencia.

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jueves, diciembre 07, 2006

Entre las costillas

Enfrentarse a una hoja en blanco es lo mismo que contar los granos de arena de la orilla de una piscina, no hay nada más desagradecido que un bordillo, pero si rascas, con tus propias uñas, y sigues rascando y rascando hasta que te sangren los dedos, y continuas rascando y rascando, hasta terminar sin yemas, y sabiendo todavía que nunca conseguirás lo que ansías, continuas rascando y rascando, encontraras arena, aunque realmente no sea arena, sino los huesos de tus propias manos hechos añicos, para ti será la arena más bella que nunca hayas visto, porque salió de ti, de tu empeño, de tu dolor, de tu sangre.


Enfrentarse a un papel en blanco es como tratar de atravesar un muro de hormigón a codazos, al final será el papel el que te atraviese a ti.

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La morena en vena de las mentiras,
que enciende velas con las colillas
que yo remiendo, cuando ella tira
de las esquinas de este colchón.

Mil pesadillas entre las costillas,
que me desllueven esta sequía,
que me descuerdan el corazón.


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domingo, diciembre 03, 2006

Abro los ojos

Abro los ojos, Sabado, gris, 2 de Diciembre, llueve, día de mi cumpleaños y la lengua como un matamoscas. El perímetro de la ventana de mi cuarto tiene marcas de humedad, como mi cabeza en este amanecer a mediodía; ayer quise comprobar demasiadas veces si de una vez me había vuelto impermeable, hacía tiempo que no escarmentaba, así que el vidrio no solo se limitó a traerle goteras por encargo a la media mentira mediocre que porto por caja de los truenos, sino que se cebó con cada órgano de cada parte de cada aparato de cada uno de los cuerpos en los que hoy no me encuentro. La mesita de noche vibra, la cama, la habitación, la casa, el mundo vibra, y yo me mareo tratando de leer el primer mensaje de felicitación que llega al móvil después de “haber salido” el sol.

Se oye bullicio más haya del pomo de la puerta, y el enano de debajo de la almohada me agarra con fuerza la oreja y me obliga a hacerme el dormido un rato hasta que el Jumanji de puertas afuera se calme. Los recuerdos de anoche se mezclan con el regusto amargo de la deshidratación provocada por el alcohol, se supone que cuando te estas muriendo literalmente de sed sufres las sensaciones propias de una resaca como un templo, me estoy muriendo de sed, y, joder que resaca tengo. Los hielos de anoche se coordinaron demasiado bien con la conversación torpe y banal que mantuve con una guiri sin más misión que, primero besarla en los labios, y luego, volver a besarla en los labios, pero no en los mismos; mis pretensiones se quedaron a la mitad, con la idea salir victorioso esta noche cuando quede con ella.

El teléfono sigue vibrando esporádicamente, salgo de la cama para beber agua en el lavabo, paso de bajar a la cocina teniendo que pasa por el salón y luego subir la escalera. Mi padre me caza al vuelo nada más sentir girar el pomo de la puerta de mi cuarto, tengo que bajar, no me libro; yo lo único que quería era no morir deshidratado en el desierto de mi cama, hoy no estoy para incorporarme a la vorágine de la vida real.

Bajo, abrazo a mi padre mientras me felicita, acaba de llegar, está empapado; me regala unos guantes para la moto, me hacían falta, terminaba con las manos moradas todos los días. Mi madre está trabajando pero me llama para felicitarme y decirme donde tiene escondido su regalo, en su habitación, es un libro, la biografía de Sabina que publicaron y seguidamente retiraron del mercado hace poco, no se como se las habrá apañado para conseguirla, lo que no consiga una madre; en la portada sale el artista fumándose una cerilla encendida, seguro que no tiene desperdicio. Me apresuro a volver a encerrarme en mi trinchera-cuarto, en mi caverna-cama, en el cómplice-libro, que mejor cumpleaños que un día lluvioso, resacoso, tapado hasta la cabeza con un nórdico y unas sabanas de franela, y leyendo; pero no, mi padre quiere que salga a comer fuera con él, para celebrarlo, “que ya son 22”; lo que él no sabe es que para mi son 222 los kilos que pesan las pocas ganas de tengo de meterme en un sitio plagado de autómatas tragaburguers de caras inexpresivas y barrigas al alza, pero de nuevo, que remedio, me visto, ni me ducho, y salgo sin paraguas. Vamos al centro comercial nuevo que abrieron hace poco aquí cerca, en la puerta de lo que algún día será la primera boca de la primera línea de metro de Sevilla, tiene todo lo que debe tener un centro comercial, o sea 3 cosas, Inditex, comida rápida y cara, y catetos incapaces de ahorrar. Esta todo a rebosar de gente, gracias a dios no hay sitio y tenemos que irnos, vamos a una pizzería que hay cerca y pedimos comida para un regimiento, no tengo hambre, pero eso es lo de menos, de alguna manera hay que sustituir este malestar por otro más soportable, como puede ser haber comido demasiado. No puedo prestar demasiada atención a nada, me mareo con facilidad, y las cosas que me cuenta mi padre se me hacen demasiado pesadas, demasiado triviales, demasiado largas, estoy loco por volver a casa, así que como rápido hasta hincharme, pagamos y nos vamos.

Me vuelvo a meter en la cama, llamo a la guiri de anoche, también está de resaca, dice que irá cenar a un chino con las amigas y luego se van al cine, que si quiero ir con ellas, a lo que respondo que prefiero ir a cine cuando ellas cenen solo con ella, le parece buena idea y quedamos a una hora, perfecto, esta noche será el segundo round, hasta entonces, a leer hasta quedarme dormido. Me despierto a las 7 y algo solo para desactivar el despertador que había puesto para las 8 y volver a quedarme dormido, hasta las 9 y pico, que el teléfono vuelve a despertarme con el puto vibrador, la guiri, que ha hablado con las amigas y prefieren ir a un bar a tomar unas cervezas después de cenar, joder, a la mierda el plan, le digo que iré, que se vayan al bar que se les antoje y me diga donde estarán, que ya apareceré, con la idea de buscar una excusa por si a última hora sale un plan mejor o tengo las mismas pocas ganas de ir que ahora mismo, de aguantar a 3 guiris con las que me comunico con dificultad, carentes de conversación, y de las cuales solo me interesa una, con la dificultad agregada de separarla de las otras dos. Estoy solo en casa, por fin, bajo, me siento en el ordenador botella de agua bajo el brazo, miro los correos, nada nuevo, los comentarios del blog, nada nuevo, y empiezo a escribir este post, llega mi madre, luego mi hermana, no tardan en acostarse, me dan las 12, me llama la guiri, que dónde estoy, improviso una excusa, que tengo que salir con unos amigos, que me han obligado por ser mi cumpleaños, que no puedo ir, que si no termino muy tarde la llamo, siempre hay que guardarse un as en la manga.

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