Demasiado pronto III
El chirriar de los frenos del tren deteniéndose ante él le trajo recuerdos de otros tiempos… Del día que terminó la carrera, cuando su pelo aun conservaba el color; del día que termino el periodo como becario y la ilusión que le hizo que le quisieran contratar en la misma oficina en la que, hasta esa misma mañana, llevaba veintiún años fichando todos los días a las ocho, los veintiún años que llevaba tomando esa misma línea de metro a diario… También le vino a la memoria aquella mañana de sábado, a mediados de Marzo, que fue a dejar unos papeles en su despacho, y al volver entró en la cafetería que hacía esquina en la misma calle a pedir cambio para la cabina… De como a partir de aquella mañana iba todos los días a tomar café a la misma cafetería para ver a la camarera… De como tardó dos semanas en atreverse a decirle algo que no fuera "Cortado sin azúcar, por favor"… Del brillo que había en sus ojos cuando la recogió allí mismo por la tarde… De como fueron los días felices con ella… De como el ocaso de esos días trajo el amanecer de los celos… Del brillo que había en sus ojos el primer día que lloró, el primer día que le prohibió salir de casa… Del primer golpe… Del último "te quiero"… Del primer "te odio"… Del último "te odio"… Del último golpe.
El vagón estaba vacío, de personas, lleno, de pintadas las paredes despintadas, de arañazos en los cristales, de asientos rotos; el vagón era él por dentro, vacío, era él por fuera, lleno. El viaje se le antojó corto, aunque a eso estaba acostumbrado, dicen que cuanto más se viaja más pequeño se te hace el mundo… Ese recorrido era su mundo, nunca había viajado más allá de aquella línea de metro, no su cuerpo, y apenas su mente desde que tuvo responsabilidades.
Al salir del metro solo había que cruzar la calle para llegar a la cafetería, el tintineo de la campana que colgaba de la puerta para llamar la atención, no llamó la atención de nadie, no había nadie en el local… Solo ella, sentada al fondo de la sala mirando por la ventana, parecía no haberlo visto, sobre la mesa un café… Cortado sin azúcar, y un cenicero. Se sentó frente a ella sin decir nada, tocó la taza, estaba caliente, encendió un cigarrillo y lo apoyó en el cenicero; ella se giró y se miraron a los ojos, ya no había brillo en ellos, estaban vacíos… Inexpresivos. Permanecieron así un minuto, sin pronunciar una palabra, un reproche, un "te quiero", nada.
Apartó un segundo la mirada para dar una calada al cigarrillo y coger la taza, en ese momento ella abrió la boca y las palabras volaron a cámara lenta hasta su oído. Devolvió la taza a la mesa, el café aun estaba demasiado caliente, volvió a apoyar el cigarrillo en el cenicero, aun no había suficiente ceniza para que cayera por su propio peso, y volvió a mirarla a los ojos. Aun no había escuchado lo que acababa de oír, aun no era consciente cuando sus neuronas vacilaron y la boca quedó entreabierta, no volvió a cerrar los ojos, no volvió a respirar, murió con la cara de quien no da crédito a sus sentidos.
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El graznido de un cuervo retumbó en su cabeza con el eco de la resaca, entreabrió un ojo esperando que la luz lo deslumbrara, pero el día estaba nublado; había sudado aquella fría noche de Octubre, las sabanas se le pegaban a la piel, le dolía la cabeza. Se levantó y fue hasta la ventana, el aire estaba viciado aquella mañana, la gente andaba mirando al suelo con los hombros encogidos bajo el abrigo...
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La tercera parte de la historia, YouTube vuelve a estar caprichoso y no me deja colgar videos, espero actualizar el post en breve con uno. Dentro de poco la cuarta y última parte...
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